‘Eyes
Wide Shut’ me ha costado años (literalmente) ponerme a verla por dos razones: su
duración y su mala crítica por parte del espectador. Idem de que Kubrick no
pudo estar en el montaje final porque murió.
Por
supuesto, y como siempre pasa, aún así siempre me sigo fiando de lo que dice la
gente, ‘Eyes Wide Shut’ es un peliculón. Aunque siendo de Kubrick esto no es
nada extraño, lo raro es que fuese mala.
La
película es lenta y densa, pero sinceramente, si te capta desde el minuto uno
te enganchará hasta el final, es una película muy intimista y que tiempo
después ha sido incluso utilizada por psicoanalistas para su análisis pues el
film tiene tela la verdad.
Nos
cuenta la historia de William Harford (Tom Cruiste) y respetable médico
neoyorquino (y muy orgulloso de ello por cierto) que está casado con una
preciosa mujer, tiene una hija y vive en un pisazo en el centro de la city. El
matrimonio asiste a una fiesta invitados por uno de los pacientes de Harford,
allí ambos tontean con otras personas y al llegar a casa, su mujer Alice le
confiesa como hace un tiempo estuvo a punto de serle infiel con un desconocido.
Abrumado por la confesión William escapa de casa y conforme va pasando la noche
crece en su cabeza la idea de serle infiel a su mujer. Termina entrando en un
local de Jazz dónde actúa un amigo suyo, quién le cuenta que ha sido invitado a
una fiesta un tanto especial organizada por una congregación secretea dedicada
al hedonismo y al placer sin límites. A partir de entonces el mundo de William cambiará para siempre.
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